viernes, 11 de octubre de 2013

“Hetero” a los 20

Desde pequeño ya era maricón pero no lo sabía. Hasta los 14 años me obligué a ver porno hetero. Yo vivía enamorado de una prima y dormía con ella y aprovechaba para besarla y  manosearla. Cosas de niños que nunca llegaban al coito.  

La verdad no sé en qué momento empecé a desear a los hombres. Lo que sí sé es que mi homosexualidad se “intensificó” cuando estudié 2 años con solo hombres y era amigo del grupo calificado como las locas de la Universidad Nacional. 

 A los 14, estudiando en un salón de 35 estudiantes mixto, me di cuenta automáticamente que me gustaban los penes y supe que no me interesarían nunca más las vaginas. Desde esa edad tenía el radar de ‘ojo de loca no se equivoca’ pues mi mejor amigo del colegio resultó siendo igual de marica a mí. 

Eso lo supimos después de nuestra graduación, cuando cursaba mis primeros semestres en la universidad. Nos reímos al hablar del más papasito de la U y del barrio. Hablamos de los desfiles de Victoria Secret y de "Rebelde", la serie de televisión mexicana en la que nos identificamos con Mía y Roberta.

Con mi familia siempre era muy distante. Mi mundo de Maricón y mi mundo familiar. Bueno y mi mundo de "hetero”. Mi hermano se dio cuenta de que era gay porque vio las páginas porno gay registradas en el buscador. 

Creo que llega un momento crucial para toda mamá que tenga un hijo gay. Si a los 18 años su hijo nunca ha llevado una mujer a la casa, hay razones suficientes para sospechar. A los 18 años tuve mi primer novio y le hablaba a mis padres de mi amigo: con el que me veían hablar todo el día  y quien iba a mi casa a visitarme varias veces a la semana. 
A los 20 años con el único que había salido del Clóset era con mi hermano. Creo que mi puerta al mundo gay se abrió gracias a una persona que, ahora mismo es uno de mis mejores amigos. Mi traga maluca.

Nunca dije: " Mami, papi: soy cacorro". Un día les conté que iba a salir con un hombre que conocí y esa fue mi salida de clóset porque después empecé a contarles que me gustaba. Ellos preguntaban quién era, qué hacía y cuántos años tenía. Lo típico. Y luego, cuando me vieron llorar, creo que de verdad amaron más mi homosexualidad porque ya me habían aceptado. 

A los 22 años por primera vez les conté los rollos de mi vida sentimental, que por cierto, es un desastre. Ellos me dieron consejos, algo que me demuestra su incondicionalidad. Realmente creo que estoy bendecido por los padres que tengo.

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