viernes, 11 de octubre de 2013

El clóset en consulta

El psicólogo, Miguel Rueda Saenz, director de Pink Consultores y experto en intervención psicosocial en temas relacionados con Diversidad sexual y de género, habló con COLOMBIA DIVERSA, a propósito del día de salir del clóset. Miedos, incertidumbres, infancia, familia, persecución y religiosidad, entre otras cosas, fueron los temas sobre la mesa. Descubra esta interesante conversación. 
 
COLOMBIA DIVERSA: Cuando leímos historias de “salidas de clóset”, básicamente encontramos que lo más difícil para un homosexual es reconocer su sexualidad ante sus padres. La pregunta que nos hacen es cómo romper con un pensamiento homofóbico que viene de generación en generación. 

Miguel Rueda Sáenz: Uno de los primeros miedos o restricciones cuando se revela públicamente la identidad con la orientación sexual y/o Identidad con el género, es el miedo al rechazo. Me parece un poco irreal la expectativa de tratar de cambiar ese pensamiento homofóbico que ha venido de generación en generación. La homofobia viene desde un montón de sucesos históricos, políticos, religiosos, económicos, etc. que hacen que hoy en día todavía exista el prejuicio y rechazo hacia la homosexualidad. Sin embargo, ser gay, lesbiana, bisexual y transexual es muy distinto a lo que era hace unos años, aunque hay para quienes el proceso es muy doloroso. Conozco el caso de un papá que le disparó a su hijo en la pierna después de que le contara sobre su orientación sexual.

C.D: La niñez es una etapa de exploración sexual. ¿Podría considerarse la infancia una época definitiva para reconocerse como lesbiana, gay, bisexual o transexual? 

M.R.S: La identidad es dinámica y cambia a lo largo de la vida. No podemos pensar que en un momento específico la gente se identifique de cierta forma. Los casos que he visto en consulta con personas transexuales es que desde muy pequeños reportan una no identificación con las reglas y normas del género propio del sexo biológico. Estoy hablando de los 3 ó 4 años. Claro que la identificación suele darse generalmente hacia el final de la adolescencia. En la infancia es común que se explore mucho pero eso no quiere decir que se tenga cierta orientación sexual en la edad adulta. Es decir, esa no es una causa.

C.D: Muchas personas no aceptan su sexualidad porque piensan que ser lesbiana, gay, bisexual o trans es sinónimo de perversión ¿Cómo asumir esa diferencia entre lo que uno es y lo que uno piensa?

M.R.S: Salir del clóset es un proceso de identificación en dos niveles: saber qué me gusta y cómo me gusta. La segunda parte consiste en la revelación pública. A eso se le llama salir del clóset. Desde mi postura teórica, creo que para poder tomar una decisión, hay que tener un proceso consciente, es decir, tener la información de lo que me gusta. Eso se descubre en las experiencias y luego se le pone un nombre. Nadie puede decir que lo que tú estás diciendo está bien o mal. Hay gente que tiene encuentros con personas de su mismo sexo y aun así se casan y nunca lo cuentan.

C.D: ¿Tú crees que eso es saludable psíquicamente?
M.R.S: Lo que me dicen las personas en consulta es que salir del clóset te alivia y te quita un peso de encima. La gente dice: “descansé y las personas verán si lo comprenden o no”. Sin embargo, yo soy partidario de que no salir del clóset es un derecho. En Colombia existe todavía una cohesión social, como por ejemplo lo que opina el Procurador sobre los matrimonios y la diversidad en general. Creo que algunas veces el clóset puede llegar a ser protector y uno tiene derecho a eso.

C.D: Antes las cosas eran distintas. Por ejemplo a Oscar Wilde lo metieron a la cárcel por ser homosexual. Pero ahora los movimientos LGBTI cobran mucha fuerza. ¿Crees que eso tiene implicaciones en el reconocimiento de la orientación sexual?
M.R.S: Sí. Después de Stonewall hubo un giro importante en la historia porque la gente estaba cansada de los señalamientos. Estamos hablando de los 70’s: una época de revoluciones. Creo que los bares gay, las leyes y las políticas públicas, etc,  hacen que la gente se sienta respaldada. Sin embargo, no es lo mismo ser gay en Chapinero en Bogotá, a serlo en Tunjuelito, en Leticia, en Riohacha.

C.D: En Colombia vivimos una situación de persecución e intimidación por parte de la Procuraduría. En otros países como Islandia y Bélgica, los presidentes son abiertamente gay. ¿Crees que ese reconocimiento público puede ayudar a eliminar la estigmatización social?

M.R.S: Claro. A partir de esa persecución en la que sentimos los ojos encima de la comunidad LGBTI, en que estamos siendo hiper-vigilados, prohibidos, señalados, etc., la gente no quiere decir: soy gay. Hay mucha gente que está de acuerdo con el procurador y si hay un discurso que se está perpetuando, hay un impacto. Y el impacto es contrario cuando el presidente, o un actor, o la presidenta de la acción comunal se reconoce homosexual ante la comunidad. El Holocausto Nazi no nació un día que Hitler se levantó y dijo “¡matemos judíos!” Eso venía de muchos años atrás. Primero convencieron a la gente de esa idea. 

C.D:¿Crees que puede ser más fácil salir de clóset con la pareja?
M.R.S: No existe una fórmula. Muchas personas se pueden sentir apoyadas y otras pueden sentir una doble vulnerabilidad lo que puede traer problemas en la relación.

C.D: Uno escucha frases de madres a sus hijas como: “antes puta que lesbiana”. ¿Cómo responder a esas familias?

M.R.S: Cuando se abrió el Centro Comunitario en Bogotá, quisimos formar un grupo de apoyo para madres y padres. Llegaron un montón. Yo les propuse que nos fuéramos a un bar gay. Antes de ir, hicimos un ejercicio para conocer lo que creían que encontrarían. Pensaban que era la ultra-orgía en la que todos estarían con todos y todas. Creían que abundaba la droga y que verían jeringas por todo lado. Te lo cuento caricaturescamente. Había un prejuicio de promiscuidad. Cuando llegamos, las madres estaban cohibidas y diez minutos después “normalizaron” el lugar.

La gente tiene derecho al prejuicio. Pero así mismo tiene el deber de desbaratarlo. La gente puede sentir miedo, tristeza, rabia; pero tienen que escuchar lo que la otra persona tiene para contarle.

¿Consideras que para las personas transgeneristas, salir del clóset resulta más difícil que para otras?

M.R.S: Los procesos son distintos a la hora de asumir y revelar una orientación sexual. Tuve un caso de una madre que temía porque su hijo desde muy pequeño tenía comportamientos de niña. Su padre le dijo: “si tu hijo quiere ser mujer yo le costearé todo el tratamiento para que lo sea”. Los tíos decían: si lo que a ella le gusta (ella, en femenino) son las barbies, eso le regalaremos. Eso demuestra que es equivocado generalizar los procesos.

¿Te encuentras con casos de personas que quieren dejar de ser LGBT? 
M.R.S: He tenido dos o tres casos. Tuve un caso de una persona bisexual que dijo: “necesito que erradique la parte homosexual que hay en mí”. Hay gente que quiere someterse a lo que sea. Así es como aparecen personas antiéticas e irresponsables que se aprovechan de eso y los someten a tratamientos dolorosos con terapias electroconvulsivas, de electrochoque, terapias aversivas que inducen al vómito, al aislamiento social y familiar. También tienden a implantar ideas religiosas que tienen impactos espirituales. Hay gente usurera que cobra millones de pesos a estas personas. La orientación sexual no se puede cambiar y mucho menos con tratamientos aversivos. Me dan rabia hasta los nombres: terapia reparativa o terapia de conversión. Primero: no es una terapia. Segundo: no hay nada que reparar. Y tercero: no hay nada que convertir. Las corrientes cristianas revuelven conductismo con religiosidad y hablan de la fe. Y sí: la fe mueve montañas, pero no cambia la orientación sexual.

1 comentario:

  1. no ayuda en nada crecer reprimido o ver que la familia esta en contra de lo que tienen en casa por miedo al que diran.

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