El psicólogo, Miguel Rueda Saenz,
director de Pink Consultores y experto en intervención psicosocial en
temas relacionados con Diversidad sexual y de género, habló con COLOMBIA
DIVERSA, a propósito del día de salir del clóset. Miedos,
incertidumbres, infancia, familia, persecución y religiosidad, entre
otras cosas, fueron los temas sobre la mesa. Descubra esta interesante conversación.
COLOMBIA DIVERSA: Cuando leímos historias de “salidas de clóset”, básicamente encontramos que lo más difícil para un homosexual es reconocer su sexualidad ante sus padres. La pregunta que nos hacen es cómo romper con un pensamiento homofóbico que viene de generación en generación.
COLOMBIA DIVERSA: Cuando leímos historias de “salidas de clóset”, básicamente encontramos que lo más difícil para un homosexual es reconocer su sexualidad ante sus padres. La pregunta que nos hacen es cómo romper con un pensamiento homofóbico que viene de generación en generación.
Miguel Rueda Sáenz: Uno
de los primeros miedos o restricciones cuando se revela públicamente la
identidad con la orientación sexual y/o Identidad con el género, es el miedo al
rechazo. Me parece un poco irreal la expectativa de tratar de cambiar ese
pensamiento homofóbico que ha venido de generación en generación. La homofobia
viene desde un montón de sucesos históricos, políticos, religiosos, económicos,
etc. que hacen que hoy en día todavía exista el prejuicio y rechazo hacia la
homosexualidad. Sin embargo, ser gay, lesbiana, bisexual y transexual es muy
distinto a lo que era hace unos años, aunque hay para quienes el proceso es muy
doloroso. Conozco el caso de un papá que le disparó a su hijo en la pierna
después de que le contara sobre su orientación sexual.
C.D: La niñez es una etapa de exploración sexual. ¿Podría
considerarse la infancia una época definitiva para reconocerse como lesbiana,
gay, bisexual o transexual?
M.R.S: La identidad es dinámica y
cambia a lo largo de la vida. No podemos pensar que en un momento específico la
gente se identifique de cierta forma. Los casos que he visto en consulta con
personas transexuales es que desde muy pequeños reportan una no identificación
con las reglas y normas del género propio del sexo biológico. Estoy hablando de
los 3 ó 4 años. Claro que la identificación suele darse generalmente hacia el
final de la adolescencia. En la infancia es común que se explore mucho pero eso
no quiere decir que se tenga cierta orientación sexual en la edad adulta. Es
decir, esa no es una causa.
C.D: Muchas personas no aceptan su sexualidad porque
piensan que ser lesbiana, gay, bisexual o trans es sinónimo de perversión ¿Cómo
asumir esa diferencia entre lo que uno es y lo que uno piensa?
M.R.S: Salir del clóset es un
proceso de identificación en dos niveles: saber qué me gusta y cómo me gusta.
La segunda parte consiste en la revelación pública. A eso se le llama salir del
clóset. Desde mi postura teórica, creo que para poder tomar una decisión, hay
que tener un proceso consciente, es decir, tener la información de lo que me
gusta. Eso se descubre en las experiencias y luego se le pone un nombre. Nadie
puede decir que lo que tú estás diciendo está bien o mal. Hay gente que tiene
encuentros con personas de su mismo sexo y aun así se casan y nunca lo cuentan.
C.D: ¿Tú crees que eso es saludable psíquicamente?
M.R.S: Lo que me dicen las personas
en consulta es que salir del clóset te alivia y te quita un peso de encima. La
gente dice: “descansé y las personas verán si lo comprenden o no”. Sin embargo,
yo soy partidario de que no salir del clóset es un derecho. En Colombia existe
todavía una cohesión social, como por ejemplo lo que opina el Procurador sobre
los matrimonios y la diversidad en general. Creo que algunas veces el clóset
puede llegar a ser protector y uno tiene derecho a eso.
C.D: Antes las cosas eran distintas. Por ejemplo a Oscar
Wilde lo metieron a la cárcel por ser homosexual. Pero ahora los movimientos
LGBTI cobran mucha fuerza. ¿Crees que eso tiene implicaciones en el
reconocimiento de la orientación sexual?
M.R.S: Sí. Después de Stonewall
hubo un giro importante en la historia porque la gente estaba cansada de los
señalamientos. Estamos hablando de los 70’s: una época de revoluciones. Creo
que los bares gay, las leyes y las políticas públicas, etc, hacen que la gente se sienta respaldada. Sin
embargo, no es lo mismo ser gay en Chapinero en Bogotá, a serlo en Tunjuelito,
en Leticia, en Riohacha.
C.D: En Colombia vivimos una situación de persecución e
intimidación por parte de la Procuraduría. En otros países como Islandia y
Bélgica, los presidentes son abiertamente gay. ¿Crees que ese reconocimiento
público puede ayudar a eliminar la estigmatización social?
M.R.S: Claro. A partir de esa
persecución en la que sentimos los ojos encima de la comunidad LGBTI, en que
estamos siendo hiper-vigilados, prohibidos, señalados, etc., la gente no quiere
decir: soy gay. Hay mucha gente que está de acuerdo con el procurador y si hay
un discurso que se está perpetuando, hay un impacto. Y el impacto es contrario
cuando el presidente, o un actor, o la presidenta de la acción comunal se
reconoce homosexual ante la comunidad. El Holocausto Nazi no nació un día que
Hitler se levantó y dijo “¡matemos judíos!” Eso venía de muchos años atrás.
Primero convencieron a la gente de esa idea.
C.D:¿Crees que puede ser más fácil salir de clóset con la
pareja?
M.R.S: No existe una fórmula.
Muchas personas se pueden sentir apoyadas y otras pueden sentir una doble
vulnerabilidad lo que puede traer problemas en la relación.
C.D: Uno escucha frases de madres a sus hijas como: “antes
puta que lesbiana”. ¿Cómo responder a esas familias?
M.R.S: Cuando se abrió el Centro
Comunitario en Bogotá, quisimos formar un grupo de apoyo para madres y padres.
Llegaron un montón. Yo les propuse que nos fuéramos a un bar gay. Antes de ir,
hicimos un ejercicio para conocer lo que creían que encontrarían. Pensaban que
era la ultra-orgía en la que todos estarían con todos y todas. Creían que
abundaba la droga y que verían jeringas por todo lado. Te lo cuento
caricaturescamente. Había un prejuicio de promiscuidad. Cuando llegamos, las
madres estaban cohibidas y diez minutos después “normalizaron” el lugar.
La gente tiene
derecho al prejuicio. Pero así mismo tiene el deber de desbaratarlo. La gente
puede sentir miedo, tristeza, rabia; pero tienen que escuchar lo que la otra
persona tiene para contarle.
¿Consideras que para las personas transgeneristas, salir
del clóset resulta más difícil que para otras?
M.R.S: Los procesos son distintos a
la hora de asumir y revelar una orientación sexual. Tuve un caso de una madre
que temía porque su hijo desde muy pequeño tenía comportamientos de niña. Su
padre le dijo: “si tu hijo quiere ser
mujer yo le costearé todo el tratamiento para que lo sea”. Los tíos decían: si lo que a ella le gusta (ella, en
femenino) son las barbies, eso le
regalaremos. Eso demuestra que es equivocado generalizar los procesos.
¿Te encuentras con casos de personas que quieren dejar de
ser LGBT?
M.R.S: He tenido dos o tres casos.
Tuve un caso de una persona bisexual que dijo: “necesito que erradique la parte
homosexual que hay en mí”. Hay gente que quiere someterse a lo que sea. Así es
como aparecen personas antiéticas e irresponsables que se aprovechan de eso y
los someten a tratamientos dolorosos con terapias electroconvulsivas, de
electrochoque, terapias aversivas que inducen al vómito, al aislamiento social
y familiar. También tienden a implantar ideas religiosas que tienen impactos
espirituales. Hay gente usurera que cobra millones de pesos a estas personas.
La orientación sexual no se puede cambiar y mucho menos con tratamientos
aversivos. Me dan rabia hasta los nombres: terapia reparativa o terapia de
conversión. Primero: no es una terapia. Segundo: no hay nada que reparar. Y
tercero: no hay nada que convertir. Las corrientes cristianas revuelven
conductismo con religiosidad y hablan de la fe. Y sí: la fe mueve montañas,
pero no cambia la orientación sexual.
no ayuda en nada crecer reprimido o ver que la familia esta en contra de lo que tienen en casa por miedo al que diran.
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